La amenaza de lluvia que se cernía sobre Roma este sábado, amainó nuestras ganas de salir de la ciudad. Pero, una vez más, las previsiones fallaron y el día amaneció brillante, con lo cual decidimos salir de descubrimiento. En concreto, íbamos dispuestos a dar un paseo por el Aventino, pero un poco más allá (Vía Ostiense 106) encontramos este museo y no dudamos en pararnos y, finalmente, quedarnos.
La Central Termoeléctrica Montemartini fue una de las primeras que existió en la ciudad, se inauguró en 1912 y debe su nombre a su asesor tecnológico, Giovanni Montemartini. Antes de cerrar, la planta funcionó durante más de 50 años con la más moderna tecnología. Después de su cierre, se transformó en un Art Center. En 1997, como consecuencia de la reforma de algunas salas de los Museos Capitolinos, parte de sus obras se trasladaron a la Central Montemartini, en el marco de una exposición, en un primer momento temporal, que se llamó “Máquinas y dioses”.
En 2005 muchas de estas obras volvieron a su lugar de origen, pero muchas otras, las que habían sido descubiertas a finales del SXIX y las que se habían encontrado en los años 30 del SXX en el Largo Argentina, se quedaron de forma permanente en la Central, que se convirtió así en una nueva sede de los Museos Capitolinos.
No es que a mí me interesen especialmente las centrales energéticas y tampoco soy una gran experta en escultura de la época de la República romana (la mayoría de las obras son del SII a.C.), pero la mezcla de ambas, el encuentro de dos civilizaciones, el contraste de la máquina gigante, insensible, fría y oscura, con la delicadeza de los rostros cálidos, llenos de sentimiento, el reflejo de la vida y la muerte grabado sobre el mármol blanco, me ha dejado francamente fascinada. ¡¡Me ha encantado el descubrimiento de hoy!!
¡esos contrastes que tanto nos atrapan! marca de fábrica de nuestras balanzas, darling…
Balanzas desequilibradas…