Todo comenzó esta mañana, cuando después de correr por Villa Borghese como tantas mañanas, terminé sentándome sobre un excremento canino…”Da suerte” – me dijeron. Y me eché a reír. A veces, para reír, sólo hace falta tener ganas de reír. Después de eso salió el sol. Y la tarde pedía a gritos un paseo, una pizza bianca y algo de historia…o un cuento, una poesía, cualquier texto de esos que hacen suspirar. Y chocolate. La tarde también pedía un pequeño capricho de chocolate. Yo le di todo a la tarde y ella me trajo recuerdos bonitos e imágenes curiosas…y recuerdos curiosos e imágenes bonitas.
