Hay una cosa cotidiana que me preocupa…la cantidad de cal que tiene el agua romana. Y digo yo que si los efectos de la cal del agua son tan visibles en mis pequeños electrodomésticos*, en la apariencia de las mamparas del cuarto de baño y en el estado reseco de mi piel y encrespado de mi pelo, cómo no estarán de obstruidas y oxidadas las tuberías. Y lo que es mucho peor aún…no estarán mis apreciados órganos internos embalados para regalo con una capita igual de cal, ¿verdad? ¡¡Ayy!!
Y es que, aunque el agua mal no sabe, visto lo visto, lo mejor es comprar agua de botella, que lo hacemos, pero al final la costumbre hace que cuando una se pone a cocinar o se prepara un té, termine abriendo el grifo. Os dejo foto del estado del tercer calentador de agua que tengo desde que estoy en Roma, mientras que el que tengo en Madrid tiene doce años y está aún brillante y como nuevo 😦 .