Esta mañana estaba en Termini (la estación central de Roma) sin saber muy bien a qué clase de lugar me llevaría el tren que en cuatro horas y media me iba a dejar en Bolzano. Ya sabéis, llegan estas fechas del año y me toca sufrir la temporada de esquí. Me gusta la nieve, sólo desde la ventana, odio pasar frío y además la ropa de esquí me sienta fatal. Ma peccato, resulta que a maridísimo le encanta y ha contagiado el gusanillo a la rubia. Menos mal que me queda el ojazos, que me da a mí que (por ahora) es de los míos. Pero bueno, os estaba contando que me monté en el tren con pocas ganas, pero cuando descubrí Bolzano, el humor cambió. Y es que, aunque la ciudad desde el tren no parecía muy bonita, paseándola (y sobre todo en una jornada de sol como la de hoy) se convierte en un lugar sumamente agradable, donde la gente toma cerveza y pinchos en la calle, donde las montañas nevadas te rodean y hay edificios de madera muy diferentes a los que había visto en el resto de Italia, no en vano, esta zona linda ya con Austria, se la conoce como el Tirol del Sur y el 70% de la población habla alemán (así que, olvídate, si el cartel pone que cierran a las 17.00, cerrarán a las 17.00 y no a las 17.02 sólo porque tú te hayas puesto en la cola a las 16.59 😛 ).
Después de pasearme y tomarme alguno de los panes típicos (demasiado especiados para mi gusto), me he subido con maridísimo, los bambini y una familia italo-americana amiga nuestra en una furgoneta que nos ha llevado hasta San Vigilio, aún más al norte. Mañana ellos comenzarán a esquiar y yo a descubrir un poco más (si me dejan) esta increíble zona del norte de Italia.