Desde que la inteligente Livia Drusila aconsejase a Octavio Augusto allá por el S.I a.C., muchas han sido las mujeres que han formado parte de la historia de Italia. Periodistas como Anna Maria Mozzoni (pionera del feminismo en Italia) u Oriana Fallaci (primera mujer reportera de guerra); científicas como Rita Levi-Montalcini (neuróloga y premio Nobel de Medicina); actrices como Anna Magnani (figura del neorrealismo y la primera intérprete italiana en ganar un Oscar); políticas como Nilde Iotti (Presidenta del Congreso de 1979 a 1992); pedagogas como Maria Montessori (cuyo método de enseñanza aún sigue vigente); artistas como Artemisa Gentileschi (que impuso su arte de estilo barroco y temática violenta en el difícil S.XVII)…Pero no creáis todo lo que leéis, ya que de todas las insignes enumeradas apenas conocía a la mitad. Nombres que pese a la relevancia, se pierden, como el de millones de mujeres anónimas, protagonistas absolutas de la intrahistoria italiana que, mano a mano y a diario, cambiaron y cambian este país con pasos cortos, pero seguros.