Hoy fui a Civitavecchia por primera vez. Es el puerto de Roma. Enorme. Tampoco estoy acostumbrada a los puertos, la verdad, pero me ha parecido gigante, sobre todo porque el barco que íbamos a visitar, la fragata española Numancia, estaba al final del todo. La fragata en cuestión pasará unos cinco días en puerto, durante la misión que está llevando a cabo para combatir el tráfico ilegal de inmigrantes en el Mediterráneo. Este mismo barco fue el que rescató el 20 de marzo a 668 inmigrantes de origen africano que habían salido de las costas de Libia y los llevó hasta Cagliari, en Cerdeña. Sentimientos encontrados. Y para mí lo más increíble ha sido pensar en esas 48 horas de convivencia íntima entre los 214 militares destacados en el barco y los casi 700 inmigrantes (unos 40 niños) y como, tal y como nos ha dicho el médico del barco – que ejerce su labor en lo que en tiempos fue el almacén de torpedos – compartir esa realidad tan cercana, pero tan diferente a la nuestra, te amplia la mirada, te cambia la visión de las cosas y también las prioridades.