El problema de que en este país todo abra a las diez de la mañana es la cantidad de tiempo que pierdo desde que dejo a los bambini en la escuela a las 8.20 hasta que por fin puedo hacer las gestiones burocráticas de rigor. Hoy el tiempo me ha servido, además de para pasearme como vaca sin cencerro por la ciudad, para ver un par de iglesias a las que nunca había entrado: San Lorenzo in Lucina y San Marcello al Corso.
San Lorenzo in Lucina está en la plaza del mismo nombre y es una iglesia construida en el S.XII sobre los restos de una domus romana del S.IV, aunque esos restos sólo pueden visitarse el primer sábado de cada mes por la tarde. Posteriormente la iglesia ha sido reconstruida varias veces. De la reconstrucción que llevaron a cabo en el S.XII sólo se conservan las columnas del pórtico, el campanario y los leones de la entrada principal. La remodelación del S.XVIII fue más radical y cambió la forma de la planta, de tres naves pasó a una. Se supone que en esta iglesia se guarda la parrilla con la que San Lorenzo fue martirizado.
La iglesia de San Marcello está un poco más allá, también en Vía del Corso. En el exterior destaca por su fachada barroca y en el interior por el techo de madera, el púlpito, el sepulcro de Giovani Michiel y su nieto Antonio Orso y un gran fresco de la crucifixión de Cristo.