Mi última misa en Roma (aunque, quién sabe, como dice un amigo) y mi última fiesta nacional en la embajada bilateral, intentando disfrutarlo al máximo, luchando por sacar mis tacones de los sampietrini, contemplando la luna sobre Roma, creando lazos reales o imaginarios, algo que llevarme, esos momentos y sensaciones que algún día serán recuerdos que me sacarán una sonrisa y, ya de paso, tomándome unas cuantas copas de cava con un poquito de jamón (para rebajar). Os dejo como siempre la inolvidable vista de Roma desde la residencia del embajador en el Gianicolo y una imagen de la iglesia de Santiago y Montserrato, la iglesa española de Roma. ¡¡Algún día echaré tanto de menos todas estas cosas!!.